Antes de todo, es imprescindible comentar lo bonito del paisaje actual de la plaça Catalunya: un espacio de debate en la plaza pública, un ágora de facto donde discutir ideas políticas desde la pluralidad, que es el sueño auténticamente democrático e ilustrado de una sociedad civil fuerte y dinámica. Uno pasea por la plaça Catalunya y ve grupillos de gente discutiendo activamente sobre la ley electoral, autogestión, democracia participativa, medio ambiente, derecho, etcétera, contradiciendo totalmente la reaccionaria estampa de una sociedad pasiva y adormecida. ¿La Atenas de Pericles? La indignación, latente, estalló y se ha transformado en esto y se tiene que mantener. Como experiencia, es una realidad única: es el contacto inmediato y directo con la emergencia y desarrollo de una pequeña sociedad paralela, con sus necesidades de coordinación, sustento, regulación, etcétera. Es, esencialmente, enfrentarse al reto de hacer política por parte de gente tradicionalmente pasiva. Abundan las propuestas simplistas que revelan desconocimiento del tema, pero abunda con la misma cantidad la buena fe de aportar el granito de arena. Esto es precioso.
Dicho esto. Pero si tiene que continuar, que mantenerse en pie, no se puede esperar a que la gente no se canse nunca, sino que tiene que articularse un debate formal, más allá de los mítines histéricos que convencen a propios y alejan a ajenos expectantes, para superar empanadas mentales que lo traicionen. Las estructuras sociales actuales fomentan la pasividad, de modo que nos tenemos que preguntar qué es lo que falla y cambiarlo. A mi modo de ver, hay tres grandes tipos de empanadas mentales:
a) «esto es un movimiento apolítico y politizándolo os lo estáis cargando» MAL. Política es todo aquello en lo que intervienen más de dos personas, un ménage a trois es política, porque política es cualquier regulación de conflictos humanos para la convivencia. Movimiento apolítico es un clarísimo oxímoron, que revela la ignorancia que se tiene de lo que es el mundo ideológico. No es sólo un problema de la ley electoral, sino de cultura política (aunque lo primero puede ayudar a cambiar lo segundo): los imputados por corrupción siguen siendo votados por los ciudadanos, hasta en Barcelona, donde Trias tenía de número ocho en la lista a Antoni Vives, presidente de la fundación Trias Fargas cuando lo de Millet y el Palau. Es la democracia representativa que está en crisis y diagnosticar sus causas e intentar solucionarlo con cambios en sus estructuras políticas siempre se hará desde un punto de vista ideológico. No se trata de favorecer a los partidos minoritarios – sólo hay que mirar en Catalunya (donde tenemos seis partidos en el parlamento) y estamos igual.
b) «no nos representan» MAL. La frase abunda pero los documentos de mínimos que van circulando por las comisiones tienen un claro carácter socialdemócrata – y hay partidos políticos no precisamente minoritarios que se presentaron con un programa electoral 100% idéntico a lo aprobado por la Asamblea General: ICV o IU. Entonces, ¿a qué cojones se refieren por no nos representan? Quizá es una crítica a la democracia representativa, pero a mí me parece más bien, con todos mis respetos, que es ignorancia. La gente no hace la conexión, aún cree que no hay nada más que PP o PSOE, que «todos son iguales» y demás tonterías – no se da cuenta de que hay otras opciones políticas, ignora que ya hay ILPs para la reforma de la ley electoral, que ya ha habido comisiones de expertos que han propuesto cosas como las listas abiertas. Si IU o ICV tuvieran los votos de esa parte de centroizquierda que habita en las Asambleas, tendrían suficiente fuerza en el parlamento para llevar a cabo sus exigencias. Pero la gente no hace esa conexión lógica y sigue a lo suyo: hay una desacoplamiento total entre izquierda institucional e izquierda sociológica: en plena debacle sociata, IU sólo ha aumentado un punto en las municipales. No estoy de acuerdo con la democracia representativa, sobre todo con el modelo actual, pero otra cosa es ignorar soberanamente el paisaje político que ofrece el parlamento y las posibilidades que ofrece.
c) «el míting histérico diciendo las mismas fórmulas de siempre » MAL. En los turnos de palabra de la Asamblea General, se abusa de la arenga fácil y de tono épico. Al igual que el nacionalismo, convence y une a los ya convencidos mientras se desacredita a ojos de la gente espectadora, expectante o directamente escéptica. No sólo eso. En un contexto histórico radicalmente diferente -en plena crisis del modelo socialdemócrata-, se tienen que abandonar las fórmulas habituales. Se habló de ocupar un edificio, de huelga general. Obviamente, no voy a tener ningún problema con estas acciones, pero tienen el mismo efecto que los turnos de palabra mitingueros: el movimiento #15M ha sorprendido a la sociedad por su heterogeneidad, transversalidad y fuerza; tiene que construirse un discurso no tradicional-conservador (NO a…, NO a…, NO a…) que repita mecánicamente los mantras de la izquierda social-estatista, sino uno nuevo y refundado, que considere que la causa real de la movilización no es un detalle como la ley electoral, sino la crisis que ha generado el empobrecimiento generalizado de la clase media. Pero en esa clase media a la que se tiene que dirigir el discurso contiene a asalariados, pero también a autónomos y pequeños y medianos empresarios. Hace falta un nuevo discurso regenerador, que al igual que la movilización, sorprenda y obtenga el favor de la clase media. Lo trataremos en el siguiente post.