
El experimento Milgram: psicoanálisis de la marca Barcelona
6 abril 2012En julio de 1965, el psicólogo social Stanley Milgram llevó a cabo su famoso experimento sobre la obediencia a la autoridad. En la habitación, el investigador y el «maestro»; detrás del cristal, el «alumno», atado con electrodos a una especie de silla eléctrica. El sujeto era el «maestro», al que se le decía que el experimento era para testar la memoria y el aprendizaje, y se le ordenaba de aplicar un voltaje eléctrico al «alumno» en caso de responder erróneamente. En realidad, el «alumno» era un actor que simulaba los efectos de los shocks, que eran falsos. Por cada respuesta errónea, el investigador ordenaba subir el voltaje aplicado hasta un máximo de 30 niveles, o 450 voltios. Al subirlo, el actor-alumno empezaba a golpear el cristal, quejándose de dolor, alegando ser enfermo del corazón, después aullaba de dolor, luego pedía el fin del experimento, al llegar a los 270 voltios gritaba de agonía y a los 300 voltios, dejaba de responder las preguntas, con estertores previos al coma.
Por lo general, al alcanzar los 75 voltios el «maestro» se empezaba a poner nervioso y manifestaba querer parar el experimento, a lo que el investigador, férreamente, respondía, sucesivamente:
- Continúe, por favor.
- El experimento requiere que usted continúe.
- Es absolutamente esencial que usted continúe.
- Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Bajo la autoridad del investigador, el 65% de los participantes llegaron a aplicar la descarga máxima de 450 voltios, pese a la incomodidad de muchos de ellos. Pues bien. Siempre que leo a los tertulianos de la Brunete mediática catalana tan nostrada y las opiniones mimetizadas por el público apolítico, pienso en el experimento de Milgram.
Todos sabemos cómo funciona la dinámica de estos disturbios. Un reducido grupo mezcla entre descerebrados e infiltrados los empieza, frente la pasividad de la policía y la actividad de los fotógrafos, hasta que la policía decide cargar, pero no a los violentos, sino al grueso pacífico de la manifestación. Esta vez le tiraron gas lacrimógeno a la muchedumbre. Y si hay algún asmático, un ataque de ansiedad, alguien que corre, una tragedia? La incompetencia de los Mossos para preservar el orden público es tan absolutamente flagrante –ojos y bazos rotos, pulmones perforados, costillas rotas; violencia gratuita; contenedores quemados– que sólo puede llevar a pensar que hay una clara intencionalidad detrás.
Y ya está: portada del New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal y la Masia d’Intereconomia aullando: «es ésta la imagen que queremos dar al mundo?»; «la marca Barcelona está en peligro», según expertos en comunicación que hasta piden «una reacción contundente» haciendo el juego a los sádicos sociópatas de turno, pero el sector turístico niega que pueda causar un gran impacto. Veamos el caso americano:
- Muchos americanos no saben ni encontrar Mississipi en el mapa, así que son de ésos que se creen que Spain está entre México y Guatemala. No tienen ni tan sólo pasaporte así que la marca Barcelona, para ellos, como que nada.
- Luego, el resto conoce a Barcelona por su gran fútbol y les Rambles y los más viajados saben de su arquitectura modernista, de la fiesta, de sus gentes, sus playas y buen tiempo y que ahí se habla catalán y «quieren la independencia». Unanimidad: «nos encanta Barcelona!» y no van a cambiar de opinión por un starbucks quemado.
- Si leen los periódicos, habrán visto las famosas portadas. Quizá alguno se asuste. Pero si se va más allá y leyendo los artículos, se descubren las verdaderas reglas del juego, el golpe y el posterior contragolpe: el Washington Post describe a los manifestantes como «lívidos frente a una reforma laboral que ven flagrantemente a favor de las empresas«, el New York Times habla de las dudas que levantan unos programas de austeridad que se ceban y castigan a los más débiles, con resultados que aún deprimen más la economía a costa de exacerbar las tensiones sociales, según el Wall Street Journal y el Financial Times, que se declara perplejo con la composición de los recortes sociales de Rajoy, una farsa y un sainete según el economista antisistema Sala-i-Martín. La cosa está muy clara: en España hay crisis económica, somos la S de los PIGS: si hay violencia, es como respuesta a los recortes y a la crisis. Si es algo, el americano apolítico siente lástima por los españoles.
- Si está politizado, o bien se indigna como nosotros [Occupy Wall Street] y nos aplaude en nuestras movilizaciones, o bien es un alto financiero de Wall Street que -oh, lástima- ya no ve tan atractivo invertir en Barcelona. Cuando Tahrir, ése mismo tampoco aconsejó invertir en Egipto. Se quedaron sin su Eurovegas, pero con un poquito más de democracia. Difícil dilema: hasta hace poco, los liberales y los demócratas luchaban juntos. Parece que ya no.
En resumen: si hay peligro, es en la desinversión, no en el turismo y es ésta y no otra, de hecho, la razón de existir de la marca Barcelona, que se inscribe en la dinámica actual del neoliberalismo de fiera competición global entre ciudades para atraer capital.
NO M’INTERESSA, ARA, DISCUTIR les raons que se suposa que justificaven la vaga ni entrar a valorar la seva utilitat. Salvador Cardús, brunético
D’aquests desordres urbans, kale borroka al País Basc, violència urbana a Barcelona que s’ha cronificat, provinent de diverses situacions o diverses ideologies o millor dit, diverses actituds, perquè no hi ha ideologia darrere d’això. Felip Puig, genio del mal
Sólo sustrayendo el evidente carácter político de las protestas se las puede presentar como meros actos vandálicos a los que sólo se les puede aplicar el Código Penal. Sólo negando la enfermedad, los síntomas se vuelven absurdos y el diagnóstico, erróneo. Sólo negando que su flagrante realidad es la de ser un contragolpe al auténtico golpe, que es el total desmantelamiento del Estado de bienestar y la transición al neofeudalismo laboral, se las puede volver inocuas, perseguir y reprimir ante los ojos del público apolítico. Siempre fue así, negando la existencia flagrante del golpe y por eso banalizando el contragolpe: los esclavos, los asaltantes de la Bastilla, los independentistas anticoloniales, los mecs de banlieue de París y de Londres. Siempre fue así. Con razón equiparan terrorismo y vandalismo: a los terroristas también se les niega que puedan tener razones para hacer lo que hacen, se les convierte en absurdos vándalos irracionales que atentan contra un modo de vivir, no importa que el Estado que atacan esté ocupando a su país natal. Siempre fue así. En nuestro caso no importa que estén saqueando las arcas públicas y que nos repriman todo pagado por nosotros.
Los recortes son «económicamente inevitables», dicen y lloran; este durísimo golpe, confiesan, «me duele más a ti que a mí». El FMI se siente «profundamente triste» por el suicidio del jubilado griego. Pero no es cierto. Se sienten tristes, pero no «profundamente»: sólo como cuando la madre de Bambi murió por la tele. Para Felip Puig, los 58.200 desahucios de 2011 son sólo mera estadística, los 5 millones de parados, todos los que pueblan las listas de espera. Su total falta de contacto con la realidad les hace desconocer el alcance real del sufrimiento que causa su pérfida incompetencia. Como lo desconocen, ni conciben la mera posibilidad de resistencia. La lógica económica sigue siendo consistente: reducir costes, devaluar salarios, embargar pisos si el contrato es incumplido. Otros, nunca ellos, son un precio a pagar para la sostenibilidad del sistema. Y no tenemos opción alguna: debemos continuar.
Es entonces que la falsa «neutralidad» de la marca Barcelona se revela, igual que la del tecnócrata Monti, ex Goldman Sachs: para ser más competitivos, más atractivos al capital extranjero –esa peligrosa obsesión, según Krugman– hay que reducir costes, es decir, recortar derechos. Ésa es la lógica que tenemos que aceptar para poder tener empleo y no hay alternativa – de ese modo, se nos niega implícitamente el derecho a la protesta.
Cuando el capitalismo se vuelve crisis, la sociedad deviene un masivo experimento de Milgram. Se testa la obediencia a la autoridad del público apolítico, su ingenuidad de creerse su discurso de «maestro» y «alumno», de la supuesta legitimidad de su lógica tan CT donde los recortes y la represión son lo normal y necesario y si la policía se pasa, es expedientada (y no indultada); el síndrome de Estocolmo. Felip Puig ordena: continúe! Se habla de limitar el derecho a la huelga y a la reunión, de una web de denuncias ciudadanas, de investigar el twitter, de identificaciones preventivas. El conflicto social se militariza. Ésa es la única intencionalidad detrás de las maniobras de Felip Puig, que sólo pueden llamarse fascistas: el objetivo es una masa silenciosa, miedosa y desesperada por conseguir empleo. No tienen opción alguna. Las imágenes del starbucks amplifican los nervios: es absolutamente esencial que continúen. A los que aún no han salido a la calle van dirigidas las tertulias y las declaraciones: la marca Barcelona no es más que una nación de precarios camareros sobrecualificados que acepten el Eurovegas como maná caído del cielo.
Lo que olvidan es que Barcelona no la levantaron policías ni políticos ni tertulianos corruptos sin contacto con la realidad. La levantaron jóvenes creativos y dinámicos, ésos mismos ahora sin futuro y un 50% de desempleo, abocados a salir a la calle y detenidos y criminalizados por Felip Puig. La levantó el sudor de los trabajadores ahora sin derechos, no el dinero negro de Sheldon Adelson. La levantó la rumba de los gitanos, ahora expulsados por la gentrificación y su música, secuestrada. La levantaron los centros sociales okupados ahora desmantelados, no los insulsos centros cívicos del Ayuntamiento. Se levantó desde abajo, nunca desde arriba. Por eso ahora Barcelona muere… y quema.
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«els matins» de TV3 és la «brunete mediatica catalana»? HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!!
Es una pena que no no puguis actualitzar, es tracta d’un grandíssim blog.
[…] de sol que entra por la ventana, a veces vemos la vida en el aire. Y lo llamamos polvo « El experimento Milgram: psicoanálisis de la marca Barcelona Sobre los antiguos aztecas y el 25-S 27 septiembre […]
[…] similar, sólo que un nivel por encima, pero ellos también pueden decir ‘no’: cuando el capitalismo se vuelve crisis, la sociedad deviene un experimento de Milgram masivo. En cada una de las interacciones de la tupida red social, en cada uno de sus niveles fractales, se […]